Algo pequeñito

Todos tenemos ilusiones. Metas que ansiamos conseguir, sean del tipo que sean. Sabemos cómo nos gustaría que fuese nuestra vida y allá donde miramos encontramos frases motivacionales que nos animan a luchar para conseguirlo.

Lo que nadie nos dice es por dónde empezar. Cuál es el primer pasito que hay que dar para echar a andar en dirección hacia nuestro objetivo.
Y, seamos sinceros, cuando estamos en la mierda y casi no tenemos fuerzas ni ganas de luchar, necesitamos que nos lo den todo masticadito porque nos convertimos en niños otra vez. No se nos puede decir: ¿estás deprimido? ¡No lo estés! Sal, camina, corre, apúntate a clases de baile, cambia de trabajo, múdate de ciudad! y pretender que alguien que es incapaz ni siquiera de salir de la cama por las mañanas se duche, se arregle, haga las maletas y se mude a Suecia a ser feliz.

A mí la vida se me ha hecho bola últimamente. Si lo puedes soñar, lo puedes lograr, decían los Coelho de instagram, pero ya me diréis cómo podía conseguir yo tener la autoestima lo suficientemente alta, la estabilidad emocional que necesito y la fuerza y energía físicas que se requieren para estar por lo menos capacitada para trabajar 40 horas semanales. Si yo lo único que hacía durante todo el día era sentarme delante del ordenador a jugar a los Sims y llorar de vez en cuando.
Pues claro que soñaba con un trabajo estable que me permitiera independizarme otra vez y sentirme realizada, y claro que físicamente sería capaz de lograrlo algún día. Pero para eso, primero, necesitaba estar bien. Sentirme bien. Preparada. Y eso es lo que no te cuentan las frases motivacionales: que todo cambio grande empieza por cambios muy pequeños, casi imperceptibles, que son los que de verdad cuestan más trabajo.
Algo pequeñito que empieza trastocando el círculo oscuro en el que flotamos a diario. Una gotita que cae en el mar de desidia y tristeza y tiñe una parte de nuestro malestar azabache de otro color. Quizá no azul, ni rojo, ni naranja, pero sí de gris. Una promesa.

Yo empecé por cambiar mi alimentación. No hago dietas, simplemente opté por lo que desde siempre he sabido que es saludable: dejar los fritos, el pan, el azúcar. Comer más fruta y verdura. Nada de alcohol. Eran pautas sencillas de seguir con las que no tenía que pensar ni organizar nada, y que no me suponían esfuerzo mental ni físico (aunque sí de voluntad, pero soy cabezota).
Cuando más o menos tuve lo de la comida controlado, di otro pasito: hacer algo de ejercicio. En casa, con una esterilla y vídeos de youtube. Una hora cada dos días, no más. Sin exigirme más de lo que era capaz, sin prisas, a mi ritmo. Sin nadie que me viese ni me controlase, sin comparar mis progresos con los de nadie más.

Y pensé que con estas dos cosas no notaría el cambio, pero sí. Después de tres meses, sorprendentemente, dejé de llorar por las noches. No me veía más guapa, ni más fuerte físicamente, ni más delgada. Seguía sintiéndome sola e inútil. Pero de pronto ya no me daban ganas de llorar cuando me acostaba, ni me cuestionaba el sentido de mi existencia. Que igual era por el cansancio, pero oye, me quedaba frita al momento y ya eso me valía.
También empecé a cuidar más mi higiene personal, a lavarme el pelo más a menudo, a cortármelo y teñírmelo para verme guapa, a maquillarme, a quitarme la bata para los zooms con mis amigas.
Me apunté a un curso de IT Google y me empeñé en no dejarlo.

Tuve una bajona en mitad de mi avance porque en la vida es imposible controlarlo todo y a veces suceden acontecimientos chungos que nos hacen dar un paso atrás. Embeces la bida no es como queremos, y mi relación de pareja se acabó de una forma que me destrozó y se cargó la poca confianza en mí misma que había ganado en los últimos meses.

Pero no paré de dar pasitos. Empecé con la terapia. Y esto no es un pasito pequeño, es un paso GRANDE. Para alguien que jamás ha pedido ayuda emocional, es normal sentirse insegura y tener miedo. Pero tuve la suerte de encontrar a mi psicóloga en un lugar en el que me siento cómoda, una mujer con la que además conecté bien desde el primer día. Ha sido lo mejor de mi 2021 junto con la leche de avellanas y arroz del Mercadona.
De verdad, hacedme caso y buscad ayuda. No tengáis miedo ni vergüenza, o sí, pero buscadla.

Más pasitos que he dado este año que, a priori, no tienen nada que ver con encontrar trabajo, que es mi «si lo puedes soñar»:

-Empezar a escribir otra vez.
-Dejar de escribir a ciertas personas y de buscar la aprobación/validación ajena.
-Aceptar que no me quiere y pasar página.
-Ser prudente y esperar reciprocidad en lugar de ilusionarme ciegamente.
-Valorarme más aunque sólo sea yo quien lo hace.
-Comprarme leggins y llevarlos sin camisetas largas y anchas que me escondan.
-Decir «te quiero mucho» a gente a la que quiero de verdad y dedicarles tiempo y atención a mis amigos.
-Disfrutar de los pequeños caprichos que me permito. Me tomo un bombón de licor y me vengo arriba.
-Cansarme. Como lo que se hace con los niños y los perros, me canso físicamente durante el día y descanso mejor. Me he apuntado a un gimnasio 😀
-Comprarme aparatitos de aliexpress para entretenerme mientras veo la tele y evitar morderme las uñas o los dedos por culpa de la ansiedad.
-Poner límites a amigos y familiares. Incluso aunque sean mini-límites.
-Empezar a salir.
-Aprender a usar cosas simples como Google Calendar y organizarme mejor.
-Hacerle caso a mi médico de cabecera en todo.
-Dejar de darle vueltas a todo lo que no tengo o no puedo hacer, y centrarme en lo que sí.

Como veis no se trata de grandes logros por sí mismos, ni marcan la diferencia de forma individual. ¿Estoy más cerca ya de mi objetivo? Pues físicamente no. Sigo en el mismo sitio, no os voy a mentir, pero he recorrido un camino importante pasito a pasito y ahora yo soy una persona visiblemente diferente a la que era en 2019. Más fuerte.

Y ahora sí que estoy preparada para saltar cuando esa oportunidad llegue.



3 comentarios en “Algo pequeñito”

  1. Me alegro. Y es que estos pequeños pasos son importantes, que si te lanzas directamente al gran salto, es fácil que no salga bien. Un poquito cada vez, hasta que llegue el momento.

    Me gusta

Deja un comentario